Comenzó la temporada 2011 con BLACKBIRD

La temporada teatral de 2011 tuvo su inicio con el estreno de Blackbird en la Zavala Muniz, durante los primeros días de enero, con las actuaciones de Levón  y Jimena Pérez, bajo la dirección de Margarita Musto.

Blackbird del dramaturgo escosés David Harrower, es un drama emocional que narra el reencuentro entre una joven y un hombre maduro, quienes mantuvieron una relación 15 años antes, cuando ella tenía sólo doce y él cuarenta años, incursionando en un tema tabú como el abuso a menores y el lazo emocional entre víctima y victimario.

La obra fue estrenada en el Festival de Edimburgo en 2005, y fue inspirada por un hecho real, trasladando a la escena un asunto de difícil tratamiento, aún no resuelto por la sociedad contemporánea, en el plano jurídico y moral.

Confrontando a los personajes con su pasado, la obra muestra la complejidad del vínculo que los estigmatizó y las repercusiones emocionales que llegan hasta el presente. Blackbird transcurre sobre una fina línea entre pasión y perversión, entre el afecto sincero y una relación inapropiada. Va más allá del delito, para abordar el vínculo emocional entre ellos. La obra logra trascender incluso el tema de la pedofilia, para contar la historia de cualquier relación tormentosa.

A partir de una foto de Ray (Levón) que ve en una revista, Una (Jimena Pérez) decide buscar al hombre con el que se escapó siendo una niña y del que no había vuelto a tener noticias. Cada uno siguió con su vida, pero Una quiere respuestas, necesita saber qué pasó con aquel hombre, luego de ser enjuiciado y enviado a prisión acusado de pederastia. Una busca reconciliarse con su pasado y enfrentarse con el hombre de quien creyó honestamente enamorarse.

Ray, quien cambió su nombre, se mudó a una nueva ciudad y reconstruyó su vida, como manager de una empresa de venta de medicamentos. Es justamente en la parte trasera de la empresa –en el comedor de empleados- donde se produce el encuentro, donde vuelven a estar solos, dejando el mundo detrás de una puerta que no logrará contener el exterior por mucho tiempo. Allí, el desorden del lugar no es más que el reflejo del desorden que es la vida de los protagonistas.

Harrower da a los personajes la sabiduría del tiempo, para revisar lo sucedido. Una y Ray se encuentran cara a cara con un pasado que no ha sido olvidado ni superado y con el que aún deben lidiar. La que fue una niña que no quería ser tratada como tal, ahora es una mujer que lucha con sus recuerdos y se empeña en descubrir si es este hombre ha vuelto a estar con otras niñas o si ella fue la única.Sabemos lo que sucedió por el recuerdo evocado, cargado de emoción, pasión, culpa y reproches. Gracias al realismo de los diálogos, esta evocación nos permite a nosotros, como espectadores y testigos de este encuentro, reconstruir con ellos los hechos. Ninguno ha logrado olvidar, ambos mantienen vívido lo acontecido, lo que generó un trauma en Una, quien no logra superar lo sucedido.

En este único acto que transcurre en tiempo real y en el que ambos personajes permanecen en escena prácticamente toda la obra, Jimena Pérez y Levón logran una interpretación honesta y comprometida que captura cada matiz de esta pasión culposa e insana. La acción evoluciona y la que comienza como la historia de la víctima que decide enfrentar a su victimario, se torna en la de un romance aún latente. La escena, a pesar de ciertos momentos de calma logrados con precisión, mantiene un clima de tensión constante, producto de la violencia y la rabia contenida durante 15 años.

Pérez compone a Una, cargada de resentimiento, deseo y miedo, claramente afectada por su pasado. Levón captura la complejidad y las emociones encontradas de Ray, un hombre que dice “no ser uno de ellos” (los pedófilos), y que a pesar de reconocer el error de su relación con Una, dice haberlo hecho en nombre del amor.

Margarita Musto, con una extensa trayectoria como actriz, ya había incursionado en la dramaturgia, pero este es su primer trabajo como directora, un debut con el pie derecho. En sus palabras, la obra “cumple de esa manera con una de las misiones más nobles del teatro: sumergirnos a todos – espectadores y actores- en un momento de autenticidad.”

El programa de mano nos recuerda desde el inicio que el título de la obra, es también el del tema compuesto por McCartney y Lennon (Blackbird singing in the dead of night / Take these broken wings and learn to fly… into the light of the dark black night.). Esta referencia cobra sentido una vez culminada la obra, cuando dejamos la sala escuchando la canción y comprendemos que estos personajes no son otra cosa que aves con sus alas rotas, que buscan la luz en la oscuridad de la noche y en su oscuro pasado.

Blackbird no es una obra que proponga respuestas. Las preguntas quedan sin responder, porque las interpretaciones corren por cuenta del público, y no del autor, quien cumple al extremo en provocarnos y no dejarnos indiferentes.

Blackbird de David Harrower
Dirección: Margarita Musto

Teatro Solís, Sala Zavala Muniz
Jueves, viernes y sábados:21.30 horas. Domingos: 20 horas.
Precios: Jueves: $150 Viernes, sábados y domingos: $ 300. 

Diego Acosta

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